ANA ESCAURIAZA
Como manda la tradición, el pasado 15 de agosto, se celebró en el
hipódromo de Lasarte la Copa de Oro, la carrera más importante de la temporada.
Pero ésta no era una edición cualquiera: era la edición 50 de la Copa de Oro y,
además, enmarcada dentro del Centenario del Hipódromo.
Este 15 de agosto teníamos 6 interesantes carreras en Lasarte: una
carrera para dos años, un hándicap dividido en dos partes, la Copa de Oro, una
carrera para tres años no ganadores y una carrera de condición.
Evidentemente, la prueba con más aliciente era la Copa de Oro, que
celebraba sus 50 años de vida (cosa que prácticamente no se promocionó) como
carrera aunque, durante los primeros años,
se corrió bajo otro nombre.
La carrera estaba muy abierta y no era para menos: 16 purasangres
optaban a la victoria. Entre ellos, el ganador del Gran Premio de Madrid
(Madrileño) el ganador del Gran Premio Javier Piñar Hafner, de la Poule, del
Veil Picard y colocado en el Carudel y el Gran Premio de Madrid (Flanders
Flame) el ganador del Derby (Nemqueteba) o el ganador de la Triple Corona en
2014 (Arkaitz) Además, varios caballos foráneos, como es tradición, disputaron
la carrera.
En contra de lo que ocurre en Madrid (que los Grandes Premios
siempre son la quinta carrera) la Copa de Oro se corrió en tercer lugar. Antes,
la carrera para dos años y la segunda parte del hándicap, que se llevaron
Shamahina y Borysthene respectivamente.
Ante un sol de justicia y un hipódromo a reventar esperábamos en
el paddock a los 16 participantes. Desgraciadamente, esa fue su única
presentación ya que no hubo desfile previo. Quedó un poco raro ya que sí hubo
un “pony boy” pero éste desfiló solo. Aunque posteriormente, en el acta, se
explicaron los motivos que llevaron a la suspensión del desfile (motivos que,
por otro lado, no comparto) en el hipódromo no se dio ningún aviso; quedándonos
los aficionados un poco confusos.
Nemqueteba, como viene siendo habitual, cogió la punta pero esta
vez el pelotón se mantuvo relativamente cerca. En la recta, el pupilo de Osorio
y con los colores de Roberto Cocheteux no se despegó como hizo en el Derby y
otros caballos empezaron a mostrar opciones. Flanders Flame, el caballo
portugués comprado por 2.000 guineas y que ya lleva 120.000 euros en premios
(80.000 antes de esta Copa de Oro) se puso al frente. Por detrás, Madrileño y
Rooke (segundo el año pasado en esta misma carrera) presentaron sus ataques. El
final estuvo muy apretado y hasta que no oímos por megafonía el ganador, no
supimos quién iba a grabar su nombre en la historia del verde de Lasarte.
fuente: Mundo Deportivo
Finalmente fue Flanders Flame, el alazán nieto de Medicean. Unos
dicen que fue por puro corazón, otros, que Madrileño regaló metros en la recta…
sea lo que fuere, Flanders Flame está haciendo una temporada apoteósica:
comenzó su andadura en España en las carreras de Dos Hermanas, donde cerró su
participación ganando el Gran Premio. Posteriormente, se hizo con la Poule de
potros metiendo muchísimos metros a sus rivales. Además, ha sido segundo de un
estratosférico Noozhoh Canarias en el Carudel y tercero en el Gran Premio de
Madrid. Y el domingo estará en los cajones de salida para intentar llevarse el
Gobierno Vasco.
Pese a que, como decía, la Copa de Oro fue la tercera carrera de
la jornada, todavía quedaba mucha emoción y anécdotas en Lasarte. En la quinta
carrera, una D para 3 años no ganadores, algunos purasangres presentaron su
credencial para el Gladiateur e, incluso, para el raid. Y es que hubo hasta dos
salidas nulas. La segunda se anunció tan tarde que gran parte del pelotón dio
la vuelta entera a la pista del hipódromo. ¡Algunos caballos debieron hacer
unos 4.000m ese día! La indignación en las gradas era importante, máxime porque
la segunda salida nula fue culpa de algunos aficionados que confundieron al
jefe de pista.
Y en este punto quería pararme. Me encanta ver el hipódromo lleno
y, sobre todo, lleno de gente neófita. Gente que se acerca al hipódromo por
primera vez. Pero, y quienes vivimos en el mundo del caballo lo sabemos bien,
el turf y la hípica tienen unos códigos que se deben respetar. En la cuarta
carrera, en el paddock, un caballo se asustó bastante porque justo entró al
centro del paddock un padre con unos críos y uno de ellos, lo hizo corriendo.
En la quinta, yo tuve detrás a un grupo muy ruidoso y maleducado que se
dedicaba a vacilar a los jockeys a su paso. Y, al día siguiente, España se
quedaba fuera de la final de saltos en los Juegos Olímpicos porque Pilar Cordón
cometía dos derribos seguidos (cuando iba en 0) porque había una persona
gritando en la grada.
No es sólo una cuestión de etiqueta, decoro y tradición. La gente
debe entender que los caballos son animales muy sensibles. Como herbívoros que
son, su primera respuesta ante un ruido, movimiento, sonido… que desconocen es
huir. Por muy acostumbrados que estén a la gente y por muy concentrados que se
encuentren ante la competición, hay que guardar el máximo silencio y evitar
correr cerca de ellos o hacer gestos demasiado bruscos o peligrosos. Pensad
que, si cuando estamos conduciendo, nos asustamos si un niño cruza la carretera
de improvisto, ¡qué hará un animal de 500kg!
Finalmente, los jockeys son deportistas profesionales que están
trabajando y necesitan la máxima concentración. Me parece fenomenal que se
anime a los caballos y jockeys, que la gente aplauda y se emocione con las
victorias e, incluso, algún grito de rabia al perder una apuesta segura pero
deberían evitarse los comentarios con sorna, los cachondeos… a nadie nos gusta
que nos molesten en el trabajo.
Quitando estos detalles, de nuevo Lasarte volvió a dar la talla en
cuanto a turf se refiere. Vivimos una bonita jornada llena de buenos caballos,
buenas carreras y buenos aficionados. La suerte acompañó hasta en el tiempo:
empezó a diluviar apenas media hora después de acabar al sexta carrera.
¡Hasta el año que viene!
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