ANA ESCAURIAZA
El pasado 7 de diciembre, Estados Unidos
(y, por consiguiente, el mundo entero) miraba angustiado hacia su costa oeste
y, concretamente, hacia California. Un incendio (porque en Estados Unidos hasta
los incendios tienen nombre) bautizado con el inocente nombre de “Liliac” (lila
en inglés) devastaba en torno a 17 kilómetros cuadrados y obligaba a unas
10.000 personas a ser evacuadas.
Desgraciadamente, el centro de
entrenamiento de PSI “San Luis Rey” se encontraba en la trayectoria del brutal
incendio. Aunque los trabajadores y voluntarios de las instalaciones intentaron
salvar al mayor número de caballos, entre 40 y 50 purasangres murieron a causa
del fuego. Algunas personas arriesgaron su vida para ayudar a los caballos: el
entrador Martine Bellocq sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en el 50%
de su cuerpo. Varios trabajadores del preparador Peter Miller se afanaron por
salvar los 5 caballos del sindicato “Team Valor”. (https://twitter.com/TeamValor/status/944317115754049536) El entrenador Joe Herrick sufrió heridas en el 23% de su cuerpo
al salvar a la 2 años “Lovely Finish”. Cuando fue entrevistado en el hospital,
sólo hablaba de lo cerca que estuvo la yegua de perder la vida.
Pero el problema no acababa ahí: los
caballos evacuados debían realojarse en unas nuevas instalaciones. En total,
más de 800 caballos buscaban un nuevo lugar donde, al menos, refugiarse por
unos días. Además, muchos de ellos tenían quemaduras, habían respirado
demasiado humo o, simplemente, estaban muy alterados. Entre las víctimas se
encontraba “Conquest Typhoon”, ganador en 2014 del Del Mar’s Cecil B. DeMille Stakes (y que suma más de 700.000 dólares en premios). La hermana de la
veterinaria Korin Potenza, pasó la noche en vela junto a “Conquest Typhoon”,
cuidándole.
Otros, simplemente, estaban en paradero
desconocido. El fuego avanzaba tan rápidamente que no era posible poner a salvo
a todos los caballos. En esa situación, muchos mozos y preparadores, como
Leandro Mora, ayudante del preparador Doug O’Neill (entrenador de Nyquist)
decidieron abrir las puertas de las cuadras y confiar en el instinto de
supervivencia de sus PSI antes que dejarlos encerrados ante una muerte segura.
En medio de esta pesadilla, la comunidad
turfística californiana ofreció una gran muestra de solidaridad y unidad. El
hipódromo Del Mar acogió a todos los caballos. El mensaje de Josh Rubenstein,
uno de los responsables del hipódromo, era claro: “estamos abiertos para
cualquier ser con cuatro patas”. Sus mozos, veterinarios, empleados y muchos
otros voluntarios se volcaron con los evacuados. Cuando todos los caballos
encontraron un box limpio donde descansar, apareció un nuevo problema: casi un
millar de caballos (y sus respectivos mozos y cuidadores) son muchísimos
caballos y Del Mar no tenía ni comida ni materiales suficientes para tantos
nuevos inquilinos.
El hipódromo de Santa Anita tampoco se
quedó de brazos cruzados y, mientras enviaba paja, ropa y voluntarios, creó un
“GoFundMe” (puede verse aquí: https://www.gofundme.com/thoroughbredcare) para recaudar fondos. Cerca de 5.000 personas donaron, en total,
más de 650.000 dólares. Cientos de personas anónimas acudieron a la llamada de
solidaridad (muy bien gestionada en redes sociales desde el perfil de Twitter
del hipódromo de Santa Anita) y donaron cabezadas, ramales, ropa para los
mozos… (aquí podemos ver un video con parte de las donaciones https://twitter.com/santaanitapark/status/939271256355958784)
Paralelamente, los caballos huidos eran
localizados y, gracias a las redes sociales y a la difusión de sus fotografías,
eran identificados y volvían con sus responsables. A través de Twitter o
Facebook pudimos leer (y prácticamente sentir) la angustia de muchos
propietarios, entrenadores o mozos que no sabían dónde estaban sus caballos y
se temían lo peor.
Evidentemente todavía queda mucho trabajo
por hacer. Sólo ha pasado un mes y muchos caballos y humanos todavía están
recuperándose. La apertura parcial de San Luis Rey se prevé para febrero (y la
apertura total no se espera hasta la primavera).
Entre 40 y 45 caballos murieron, muchos
acabaron heridos, hubo mozos que perdieron todo, personas que tuvieron que ser
hospitalizadas… pero la tragedia pudo ser mayor si no fuese porque la gran
familia del turf volvió a demostrar, una vez más, su gran cualidad: la
solidaridad.
Es imposible mencionar a todas las
personas o empresas que pusieron su granito de arena para salvar a todos estos
caballos y trabajadores: a través de la plataforma “GoFundMe” se recaudaron más
de 650.000 dólares; VANS donó ropa, Mattress Mack hizo dos donaciones de
colchones para las personas evacuadas; Santa Anita donó materiales y ropa y
gestionó, desde su perfil de twitter, parte de la ayuda; el hospital de San
Luis Rey estuvo operativo durante horas, con todos sus trabajadores entregados;
Hank Wesch, un escritor de 70 años, sufrió un infarto tras pasar toda la mañana
como voluntario alimentando a los caballos; la empresa EquiRide, transportó
gratuitamente a los caballos rescatados y a los evacuados; Pizza Port Beer
alimentó a los trabajadores y voluntarios; el propietario Joe Ciaglia compró
200 pares de zapatos; una persona anónima donó 28.000 dólares; los veterinarios
de Del Mar trabajaron a destajo…
Una anécdota que resume cómo son los
hombres y mujeres de caballos. Cuando la veterinaria Korin Potenza intentaba
cruzar una barricada levantada por la policía fue parada por los agentes,
quienes le comentaron que “las personas eran la prioridad número uno”. Korin
respondió: “no para nosotros”.
*fotografías del twitter del Hipódromo de Santa Anita.
*fotografías del twitter del Hipódromo de Santa Anita.