lunes, 17 de agosto de 2015

A day at the races - Copa de Oro



ANA ESCAURIAZA

Hace apenas un mes Gara escribía una interesante crónica sobre lo que significa vivir un día en el increíble Meeting de Ascot. El sábado 15 de agosto tuve la oportunidad de disfrutar de la Copa de Oro en directo, en Lasarte. Sé que las comparaciones son odiosas y que el coqueto hipódromo donostiarra está a años luz del gigante inglés pero, para completar esta especie de tourturfístico, vamos a conocer un poco más cómo es un día en Lasarte.

Para los que sólo conocemos el Hipódromo de la Zarzuela lo primero que más llama la atención de Lasarte es la cercanía. Cercanía en muchos sentidos. Primero, porque se encuentra, literalmente, incrustadoen el pueblo. Aunque es lógico que no podemos pedir un hipódromo en le centro de Madrid capital me gustó mucho mirar los edificios que se encuentran en la recta de enfrente e imaginar qué afortunados tienen que ser sus inquilinos al poder, no sólo ver las carreras gratis y desde casa, sino también disfrutar a diario de los entrenamientos.



Cercano, también, por su tamaño y prestaciones. Es verdad que La Zarzuela está muy bien distribuido y eso permite que se pierda poco tiempo en ir de un lugar a otro (paddock - apuestas - pista) pero Lasarte esespecial. Su paddock invita a ver a los caballos en la zona contraria desde donde bajan. Eso crea una bonita imagen ya que los ves aparecer, de repente y sin saber si están. Desfilan como modelos en una pasarela. Además, para acudir a la pista chocascontra todos los atractivos del hipódromo y eso ayuda a crear un buen ambiente y a que veas que está todo a mano.

Y sobre todo cercano por su gente. Mientras que en Madrid el ambiente es más… “selectoen San Sebastián se respira turf y afición. Tuve la oportunidad de hablar con varias personas y, casualmente, todos eran donostiarras que no entendían mucho de turf pero les gustaba ir en verano al hipódromo. Disfrutaban viendo a los pura sangres galopar sin más pretensiones. Es decir, aficionados locales que se vuelcan con su hipódromo.



Un gran ejemplo que ilustra esta cercanía es que, por su disposición, en Lasarte te cruzas con jockeys, preparadores, propietariosaunque existen zonas reservadasla propia funcionalidad del hipódromo hace prescindir de zonas separadas para obligar a los profesionales (y en algunos casos ídolos) a cruzarse con los aficionados. Un lujo poder oír a Borja Fayos comentar la carrera con preparador o ver a Arizkorreta salir corriendo para recoger su premio.



Aunque Lasarte es un hipódromo modesto, no muy grande y con pocos lujos, tiene una belleza incalculable. Su belleza nace principalmente de su entorno. Desde el poste de meta sólo tienes que alzar los ojos para ver verde y más verde. Casi me producía más satisfacción imaginarme galopando por esas laderas y esquivando árboles en los bosques que girando en la curva de Bugatti para encarar la recta.

Pero el hipódromo en sí me pareció bello también. Funcional, modesto. Como el propio público de San Sebastián. Ir un día a Lasarte te hace, si lo tienes, deshacerte del prejuicio que rodea al mundo del turf. Es verdad que ves a acaudalados propietarios. Pero también te encuentras en un hipódromo que no se avergüenza de tener unos baños sencillos, viejos pero bien cuidados. O que sirven helados en un chiringuito de plástico de playa. Y eso no parece importarle a nadie porque su público no son magnates del petróleo o CEO de multinacionales sino donostiarras sencillos que disfrutan buscando en cada pura sangre ese destello ganador que te empuja a apostar un par de euros por él. Un hipódromo de andar por casadonde te encuentras las mismas caras y los mismos servicios que en tu barrio. Un hipódromo donde te sientes cómodo.

Respecto a las carreras hay poco que añadir que no lo hayan hecho ya los medios de comunicación. Me gustó ver, una vez más, al gran Abdel en directo. Es verdad que me dolió que no ganara.



La Copa de Oro fue, quizá, algo decepcionante. Pero incluso dentro de esa decepción Lasarte sabe proporcionarte una buena anécdota. Yo aposté a Abdel como ganador y un trío con Achtung y Ziga. Evidentemente fallé estrepitosamente. Mientras me dirigía al paddock para ver a los participantes de la cuarta me crucé con muchos aficionados. Todos llevaban malas caras, silenciosos. Unos pocos pensaban en alto intentando encontrar una explicación al resultado. Pero me crucé con tres aficionados franceses jóvenes. Uno les gritaba a los otros dos, lleno de alegría, que ya sabía él que hicieron bien apostando a sus dos compatriotas. Nunca supe si, además de echar unos euros a Scalambra y Rooke pusieron a Achtung en el trío. Esa apuesta se pagó a más de 1.300 euros el euro apostado. Aún así, enhorabuena por ellos.

Del resto de carreras me gustó ver a los dos años. En parte porque son siempre caballos nuevos”  y me encanta verlos por primera vez y cazar a mis favoritos para futuras carreras. Y en parte porque me pierde verlos todavía tan jóvenes, algunos desgarbados, otros asustadosy poder pensar que, dentro de unos meses o un par de años, los veré corriendo los grandes premios europeos y recordando ese momento donde los vi aparecer en el paddock de Lasarte más atentos a todos los estímulos que a su mozo de cuadras.

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